I. Introducción
Parte importante de la vida cristiana es el desarrollo de nuestro crecimiento espiritual. Existen maneras por medio de las cuales podemos crecer espiritualmente a las que se les ha llamado: ejercicios o disciplinas espirituales. El crecimiento espiritual se logra por medio de la vida cristiana activa, pero sobre todo, haciendo uso de los medios de la gracia que Dios ha dispuesto. La lectura de la Biblia (su estudio) y la oración, son medios de la gracia y disciplinas espirituales muy convenientes para el crecimiento espiritual.
Si se desea crecer espiritualmente se debe sacar tiempo para el estudio y la oración. Si deseamos escuchar la voz de Dios en nuestras vidas tenemos que hacer un alto en las tareas del día a día y sumergirnos en su búsqueda espiritual.
II. La Lectura Orante de la Biblia (lectio divina)
A. Su origen
1. La lectio divina se remonta a los primeros cristianos. El primero en utilizar la expresión fue un teólogo antiguo llamado Orígenes (aprox. 185-254 d.C.), quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración.
2. Más adelante, la lectio divina se convirtió en la columna vertebral de la vida religiosa. Se practicaba mayormente en los monasterios. Así por ejemplo, en las órdenes Agustinianas y de San Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia, la triple base de la vida monástica.
3. La sistematización de la lectio divina en cuatro peldaños o grados proviene del siglo XII. Alrededor del año 1150, cuando Guido, un monje cartujo, escribió un librito titulado La escalera de los monjes, en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños: ‹‹la lectura, la meditación, la oración y la contemplación». Con esta escalera los monjes podían tener la experiencia de acercase a Dios.
4. Ésta práctica devocional que nos viene de la iglesia cristiana antigua, es muy utilizada por nuestros hermanos de tradición Católica. Sin embargo, en los últimos años las iglesias protestantes (mayormente las históricas) han venido recomendando su uso como una manera de cultivar la espiritualidad. Actualmente, la Iglesia Presbiteriana (EUA) a través de la Oficina de Formación Espiritual, promueve la misma como una forma adecuada y útil al crecimiento espiritual.
B. ¿En qué consiste la lectura orante de la Biblia (lectio divina) y cómo se practica?
La lectura orante de la Biblia es: la lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración que permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón.
¿Cómo se practica? La lectio divina tiene cuatro grados o peldaños que deben cultivarse de forma sistemática. Estos son: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación.
1. La lectura: Conocer, respetar, situar. La lectura es el primer paso para conocer y amar la Palabra de Dios. No se ama lo que no se conoce. La lectura es una actividad bastante elemental: leer, pronunciar bien las palabras, si fuera posible en voz alta. La lectura no puede ser hecha de manera superficial. Nos acercamos a la Biblia como si fuera un amigo y acercarnos a ella, se requiere atención, respeto, amistad, entrega, silencio y escucha. La pregunta a contestar en este grado es: ¿qué dice el texto?
La lectura debe hacerse con sentido crítico. Leemos y nos aproximamos al texto por medio de preguntas simples tales como: ¿quién o quiénes? ¿qué? ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿con qué medios? Al hecer estas preguntas, estamos tratando de descubrir lo que Dios quería decirle al pueblo en aquella situación histórica; lo que Dios significa para aquel pueblo, cómo Él se revelaba , cómo el pueblo asumía y celebraba la Palabra del Señor. Todas sus respuestas y palabras claves anótelas.
2. La meditación: rumiar, dialogar, actualizar. La lectura respondió a la pregunta: “¿qué dice el texto?” La meditación va a responder a la pregunta: ¿qué dice el texto para mí, para nosotros? El aspecto central en esta parte es: ¿qué es lo que Dios, por medio de este texto, viene a decir hoy, aquí en Puerto Rico, a nosotros como iglesia y, a mí como persona? ¿cuáles son los conflictos antiguos que también existen hoy? ¿qué llamado hace el texto para que yo como creyente y parte de la iglesia obedezca a la voz del Evangelio y pueda consagrar mi vida a Dios? ¿qué aspectos de mi vida debo mejorar a la luz de lo que dice el texto?
La meditación es como un proceso de reflexión que señala el esfuerzo que se hace por actualizar el texto y adentrarlo en el horizonte de nuestra vida y realidad, tanto personal como social. El texto que fue escrito para nosotros nos debe hablar.
3. La oración: suplicar, alabar, recitar. Se supone que desde el incio debemos hacer una oración para pedir dirección (la oración de iluminación). La actitud de oración ante la Palabra de Dios debe ser como aquella de María cuando dijo: “Cúmplase en mí lo que me has dicho.” (Lc. 1:38). La oración, promovida por la meditación, comienza por una actitud de admiración silenciosa y de adoración al Señor. Después de la meditación debe brotar de nosotros una respuesta a la Palabra de Dios. La lectura de la Biblia debe suscitar en nosotros una intensa vida de oración individual. Dependiendo de lo que se escuchó de parte de Dios en la lectura y en la meditación, la respuesta puede ser: alabanza o de acción de gracias, de súplica o de perdón.
Con la oración reflexionamos sobre nuestras vidas y nos presentamos ante Dios tal cual somos y le exponemos nuestros más íntimos pensamientos. La idea es: hablar con Dios y decirle cómo nos sentimos a la luz de la enseñanza del texto leído
4. La contemplación: observar, saborear, actuar. La contemplación es el último grado de la lectio divina. Es su punto de llegada. Sin embargo, cada vez que se llega al último escalón, éste se convierte en la plataforma de un nuevo comienzo. Es así, que por medio de un proceso renovado de lectura de la Palabra de Dios, meditación, oración y contemplación vamos creciendo en la comprensión del sentido y de la fuerza de la Palabra de Dios.
La contemplación, no es el estado en que nos quedamos asombrados y perplejos con lo que Dios nos ha hablado por medio de su Palabra, todo lo contrario; es la actitud de quien se sumerge dentro de los acontecimientos que nos pasan día a día y tratamos de descubrir en ellos la presencia activa de Dios. Como resultado de la lectura, la meditación y la oración: la contemplación nos debe conducir a comprometernos cada día más con el Señor de la Vida, con su Iglesia y con la transformación de la sociedad en la que vivo.
De este modo, la contemplación es el momento en que nuestros ojos son abiertos a entregarnos con pasión y consagración mayor al Señor y su obra. No sólo se medita en lo leído, sino que busca realizarlo, no sólo escucha, sino que lo pone en práctica.
Descubrimos que Dios está presente en nuestra realidad y que nosotros también tenemos algo que hacer. Nos abre los ojos a ver el proyecto de Dios en nosotros y en los demás.
C. ¿Otras maneras de poner en práctica hoy la lectio divina?
Tomando en cuenta el trasfondo histórico y teológico propuesto anteriormente, podemos seguir los siguientes métodos sugeridos. Recuerde, la lectio divina no trata de ser un estudio exhaustivo de la Biblia o algún pasaje (sí nos motiva a profundizar en su estudio), pero más bien, es una lectura devocional de la Biblia para dejarnos “tocar” por la voz de Dios que nos invita siempre a “hacer algo.” Una vez se ha terminado el proceso debemos movernos a la acción y al cambio, si tenemos algo que cambiar en nuestras vidas.
1. Método sencillo
Escoja un lugar en donde usted no será perturbado en su tiempo de oración. Comience eligiendo un breve pasaje de la Biblia Tome unos minutos de silencio, descanse, relájese. Entonces, vuelva su atención al pasaje bíblico que usted ha seleccionado.
1. Lea el texto que usted ha seleccionado de manera normal-rápida. Luego, léalo lentamente, dejando que su mente sea invadida por cada palabra. Saboree y disfrute lo que está leyendo. Entonces, en la medida que lee, esté alerta de cualquier palabra o frase particular que llame su atención de una manera especial, concéntrence en ella y repítasela así mismo/a en silencio.
2. Medite en esas palabras o frases, permitiendo que lo toquen completamente. ¿La palabra sobre la cual usted medita tiene relación con algún aspecto de su propia vida? Manteniendo en su corazón la frase o palabra que le ha hablado, traiga a su mente palabras, imágenes, recuerdos o sentimientos que te conectan con el pasaje leído.
3. Medite en lo que ha escuchado a través de las Escrituras y en la oración o acción que esto ha provocado en usted. ¿Ha recibido alguna invitación? ¿Le está llamando Dios a cambios o hacer algo durante los próximos días? ¿Recibió alguna palabra de afirmación o de reto?
4. Descanse en la presencia de Dios y muévase (responda) en aplicación de lo recibido.
2. Método de los diez pasos para orientar la vida personal a través de la lectura orante de la Biblia
Al acercarse a las Escrituras diga en su mente o en voz alta: “Habla, Señor, que tu siervo/a escucha,” “Hágase en mí según tu Palabra.”
actualizarla y relacionarla con la vida en general y su vida personal. 1. Comenzar solicitando dirección al Espíritu Santo (Oración de iluminación).
2. Leer el texto lentamente y con atención. Tome notas de palabras claves.
3. Hacer un momento de silencio interior recordando lo que se leyó.
4. Ver en profundidad el sentido de cada frase.
5. “Rumiar” la Palabra (esto es reflexionar sobre ella por segunda vez/indagar),
5. “Rumiar” la Palabra (esto es reflexionar sobre ella por segunda vez/indagar),
6. Ampliar la visión relacionando el texto leído con otros pasajes de la Biblia.
7. Volver a leer, leyendo el texto en voz alta y dándole gracias a Dios
8. Formular un compromiso de vida.
9. Puede leer un salmo apropiado.
10.Como resumen, elegir una frase particular del texto estudiado para “memorizar.” Entonces, vaya y ponga en práctica lo que Dios habló a su vida.
III. Notas finales
Estos métodos pueden ser aplicados también en grupo. Si usted ha de comenzar la puesta en práctica de ésta disciplina y método debe tomar en cuenta que el mismo es uno que requiere cierta disciplina. Es decir, por simple que parezca, usted debe ejercitar la disciplina del mismo -de manera metódica. Sólo así sacará provecho del mismo. Sobre todo, si deseamos "escuchar la voz de Dios" a través de la lectura de las Escrituras.
Rev. Dr. Pablo E. Rojas Banuchi, Ph.D.
Estudio/plática ofrecida en la Iglesia Presbiteriana (EUA) Emaús en Aguadilla, P.R.
y Grupo de Oración Mensual de Hermanos/as del Presbiterio del Noroeste, P.R. (2010).
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