La reciente visita del presidente de los Estados Unidos de Ámerica, Barack Obama, a Puerto Rico; marcó un hito histórico en las nuevas generaciones de nuestra isla. Desde la visita del presidente John F. Kennedy, en la década del 60’ ningún otro mandatario estadounidense –en dicha función– había pisado suelo borincano.
Las nuevas generaciones nacidas en Puerto Rico, después de la década del 70’, no habían tenido tal experiencia. Como de costumbre, los buenos puertorriqueños hicieron los preparativos requeridos. Así como cuando celebramos un cumpleaños (a la manera boricua), las calles de San Juan y zonas aledañas fueron decoradas con colores y artículos alusivos al momento. En este caso, el color rojo y el azul eran predominantes. Eso me acordó aquellos bizcochos que mi señora madre mandaba a hacer para mis primeros “birthdays.”
Los empleados del gobierno trabajaban apresurados en la calles colocando tales artículos, mientras otros, limpiaban las mismas. Así como cuando viene compay Felo y doña Juana a visitarnos; la casa tiene que estar limpia y en orden. Bueno, lo que no se puede arreglar, a veces, se mete debajo de la alfombra. El asunto es, que el Señor presidente se sintiera como en su casa. Así indicó Pierluisi (Comisionado Residente en EEUU), en entrevista televisiva. El puertorriqueño, aunque algo quede fuera de lugar, lo importante es la “fiesta.”
De igual forma, no podían faltar las invitaciones a la fiesta colocadas en los diversos postes de la ciudad capitalina: “Be part of the history.” A todo esto, le añadimos la campaña publicitaria a través de los medios de comunicación y los “billetes largos” que hubo que pagar para estar un tanto cerca del presidente en una actividad preparada. O, al menos, que éste estrechara la mano a quienes estaban sentados a la mesa cuando llegara de pasada a dicho lugar.
El día tan esperado llegó y se dice que mucha gente, aunque no fue a ver a Obama a San Juan; no fueron a trabajar. Se quedaron en la casa disfrutando de la tan esperada visita, y transmitida por los medios televisivos. Una vez más me preguntaba, ¿será acaso el día de reyes que el país en cierta manera se paralizó? No señor. Es que la visita, de alguna manera, provocaba en la gente cierta expectación. La gente quería escuchar al “atípico” presidente ofrecer un discurso para los puertorriqueños. Un mensaje de “esperanza.” Algo así como que la economía va a mejorar, el problema del desempleo se resolverá, la criminalidad será enfrentada con esfuerzos y ayuda de agencias federales, etc. Y, aunque el mensjae estuvo lleno de frases trilladas, saludos a viejos amigos como Marc Anthony, el asunto del estatus político y cierto humor para congraciarse con el pueblo; no hay duda, que dijo “algo” en relación a nuestros problemas sociales. Sin embargo, no dijo cómo atenderlos. En fin, fue aplaudido. Dijo algo. Después de todo es el presidente. ¿Quién cuestiona la capacidad de oratoria por más breve y simple que sea? Los que oimos el mensaje nos quedamos con ganas de oír algo más concreto en cuanto a soluciones inmediatas. Sin embargo, no nos confundamos –el político sigue siendo político y su arte es la oratoria que crea expectación y persuación para ganar un voto, pero carece de vías y caminos realistas a soluciones concretas. Aún así, muchos captaron que el presidente dijo algo. Dio esperanza a pesar de…Lo importante es que le habló al pueblo.
En La Fortaleza, a puerta cerrada con el gobernador Fortuño y el comisionado residente en EEUU, hablaron de las necesidades de la isla. Esto, a pesar de que la conversación entre los tres duró a penas unos (25) minutos. Me acordé que sólo los dioses del Olimpo lográn tal gesta. Sin embargo, allí se detecta que se promovió algo de esperanza.
En La Fortaleza, a puerta cerrada con el gobernador Fortuño y el comisionado residente en EEUU, hablaron de las necesidades de la isla. Esto, a pesar de que la conversación entre los tres duró a penas unos (25) minutos. Me acordé que sólo los dioses del Olimpo lográn tal gesta. Sin embargo, allí se detecta que se promovió algo de esperanza.
En fin, la fiesta siguió. Y, el “atípico” presidente, que no se deja “mangonear” por los agentes de seguridad y el protocolo, decidió ir a una cafetería llamada Kasalta (Casa Alta). Los lugares elevados son siempre preferidos por los dioses griegos. Allí comió una “media noche” con el presidente del Partido Popular: García Padilla. En la cafetería no se sabe en detalle qué hablaron. Aunque, García Padilla señala que en esos (15) minutos conversaron sobre los problemas del país. Esto implica que García Padilla es amigo de Zeus y comen manjares pasados por alto por otros dioses. ¡Mi hermano, está todo hablado! Esa conversación fue otro elemento de esperanza para el país. No es truco. Todos lo vieron por televisión. Así que el presidente y García Padilla dieron “esperanza” en esa conversación, a pesar de…
Finalmente, no habían transcurrido cuatro horas cuando ya el presidente estaba abordando el avión presidencial Air Force One. Símbolo del arca que trae las buenas noticias a un pueblo que vive sumergido en la frustración.
Al día siguiente todo continuó como de costumbre. Hubo críticas. Otros alabaron la gesta y la visita. Y el pueblo en general, regresó a la rutina. No hubo soluciones. No se dijo nada. Nada...ni siquiera algo de “esperanza concreta.” Aún así, se le dice al pueblo que dicha visita tendrá excelentes repercusiones. Entonces, el pueblo puertorriqueño (viejo ya amarañado) que no se deja meter “gato por liebre” dice simplemente: “Ujum, se dijo algo. Se dio esperanza a pesar de…"
¿Cuál es la moraleja? Bueno, que no se trata de la visita del presidente y su mensaje lo que causa esperanza en la vida de un pueblo. Respetamos tal gestión. Debemos sentirnos halagados en cierta manera. Sin embargo, lo que provoca esperanza en un pueblo es -saber que después de todo, se levantarán al otro día y tendrán trabajo, salud, medios económicos para echar pa' lante a la familia, seguridad en las calles, educación accesible a todos, igualdad de derechos (tanto para el pobre como para el rico), justicia para todos y una razón para vivir.
Los pueblos viven de esperanza en medio de sus propias luchas y la esperanza no se bate o se confunde entre las palabras de un discurso y la sombra de la gesta política. Eso desean que pensemos aquellos que viven en el Olimpo. La verdadera esperanza viene cuando la gente sigue caminando porque tiene que caminar para forjar un Puerto Rico mejor y no a expensas de los políticos.
Obama se fue. Su visita fue simplemente una cuestión política. Recaudó buen dinero. Tal vez, lo que un puertorriqueño promedio nunca ganará en toda una vida de trabajo. A pesar de todo, la gente de la isla sigue caminando forjando su futuro. Los intereses del pueblo no son los mismos de aquellos que viven en el Olimpo. Tampoco la definición de la "esperanza." Después de todo, no importa quién venga allende los mares o quién sea el gobernante de turno, siempre se espera que mañana habrá un día mejor.
Rev. Dr. Pablo E. Rojas Banuchi
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Un comentario sobre la visita del presidente de los Estados Unidos de Ámerica, Barack Obama, a Puerto Rico. 14 de junio de 2011.