Rev. Dr. Pablo E. Rojas Banuchi, M.Div.; Ph.D.
1. El conocimiento de Dios y el de nosotros mismos
A. Calvino atribuía gran importancia a todo el problema del conocimiento, es decir, de qué manera conoce el ser humano a Dios y a sí mismo. Señala Calvino que el hombre conoce a Dios por el mismo acto con que se conoce a sí mismo.
B. En el primer capítulo del libro Primero (de su Institución), dice que la verdadera y sólida sabiduría consiste en dos puntos, a saber: 1) el concimiento de Dios y, 2) el conocimiento de nosotros mismos. Calvino afirma que nadie puede contemplarse a sí mismo sin que al momento se sienta impulsado a la consideración de Dios en el cual vive y se mueve. Esto, porque el ser humano por sí mismo no se da cuenta de su condición y necesidad (Inst. 1.1.2.).
C. Dado que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, y siendo esa imagen (de Dios) indestructible, dice Calvino, que su vestigio sobrevivió a la caída del hombre en Adán. Por tanto, hay en el hombre un residuo de aquella imagen divina que subsistió en medio de los efectos de la caída, y debido a esto el ser humano permanece ser humano, aunque es al mismo tiempo un ser totalmente depravado.
D. Este hombre caído, a pesar de su condición, afirma Calvino, conserva un conocimiento innato escrito en el corazón (de la divinidad), y a la vez conciencia propia (Inst. 1.3.1). Este conocimiento innato puede ayudarle a saber que existe una divinidad, pero la caída afectó tanto la naturaleza humana que aquel conocimiento original de Dios no basta para el hombre.
E. El defecto no se encuentra en la revelación natural, sino en el hombre pecador que ya no es capaz de pensar los pensamientos de Dios ni cumplir sus mandamientos. No se trata que Dios se dejara así mismo sin testimonio sobre su existencia, sino que el ser humano ya no puede interpretar correctamente el mensaje de la revelación natural ni acatar los dictados de su conciencia. Por lo tanto, tiene la necesidad de una nueva revelación que no sólo le hable de redención de su condición pecaminosa, sino que también le llegue en tal forma que pueda entender el mensaje. Conocer a Dios entonces es algo que nos salva y nos hace nuevos. Es ahí donde las Sagradas Escrituras juegan un papel importante como revelación especial de Dios.
F. El conocimiento de Dios tiene un contenido específico. Calvino divide este contenido específico en tres partes (ver Inst. 1.2.1):
1. Comprender lo que acerca de Él nos conviene saber, esto es, que Él es Creador, Redentor y Fuente de todos los bienes.
2. Comprender lo que es útil para su gloria; que en ningún otro se hallará la esperanza y la sabiduría.
3. Comprender lo que es necesario para honrarle: Los mandamientos y la Escritura.
2. Dios se ha revelado en las Sagradas Escrituras
A. Calvino acepta que las Sabgradas Escrituras contienen la relación de los eventos y acciones revelatorios que Dios ha querido manifestar al ser humano. Para Calvino esto significa que la Escritura ha llegado a nosotros como resultado del deseo de Dios de enseñarnos su plan redentor y sus propósitos respecto al hombre y la mujer. Por medio de la lectura de ésta y de su estudio podemos entender aquello que Dios considera necesario para nuestro conocimiento y redención. Estudiar las Sagradas Escrituras no nos hace conocer todo con respecto a Dios, pero sí nos permite entender lo que Él es.
B. Para Calvino las Escrituras son la autoridad final en todos los aspectos de la vida humana. No sólo nos instruyen en cuanto a qué debemos creer de Dios, y qué deber Él nos requiere, también proveen un marco infalible dentro del cual el ser humano puede evaluar todo lo que dice, piensa y hace.
C. Las Escrituras dan al hombre y la mujer regenerados un nuevo aprecio y discernimiento de la revelación natural que anteriormente le estaba vedado por su ceguera espiritual. De esta manera, para Calvino la Escritura nos muestra al verdadero Dios y por ello la llama: la luz de su Palabra ya que no basta conocer a Dios como Creador, sino también como nuestro Redentor, y lo uno y lo otro lo alcanzamos por la Palabra (Inst. 1.6.1).
D. Las Escrituras dan conocimiento salvador de Dios. Calvino dice: ¨En última instancia, las Escrituras bastarán para un conocimiento salvador de Dios solo cuando su certeza esté fundada en la persuasión interna del Espíritu Santo¨ (Inst. 1.8.13). Esto quiere decir, según Calvino, que las Escrituras tienen autoridad divina por medio del testimonio interno del Espíritu Santo. El “testimonio interno” del Espíritu Santo no es una nueva revelación de tipo privado, o una “decisión” existencial, sino una obra de “iluminación.” Debemos tomar en cuenta que Calvino ataca también con este punto la autoridad de la iglesia la cual pensaba en su época que: la salvación estaba en sus manos. Para Calvino, hay dos cosas que se unen a fin de darle al ser humano un “conocimiento salvador,” estas son: 1) las Escrituras y la “persuasión interna del Espíritu Santo.”
E. ¿Cómo opera esto en la realidad del ser humano? ¿Cuál es la función del Espíritu? Primero, hay que reafirmar que, el Espíritu de Dios no nos da una revelación añadida a la que está en las Escrituras, sino que nos despierta, como de entre los muertos, para que veamos y probemos la realidad de Dios en las Escrituras que las autentifica como su propia Palabra. Calvino dice: “Nuestro Padre celestial, al revelar su majestad (en las Escrituras), levanta la reverencia por las Escrituras por encima del ámbito de la controversia” (Inst.1.8.13). Para Calvino al hablar, una y otra vez, lo que sucede cuando se llega a la fe, siempre menciona la ¨majestad de Dios¨ revelada en las Escrituras como la que reivindica las propias Escrituras. En palabras sencillas, esto es que creemos que las Escrituras proceden de Dios, por encima de todo juicio humano, y nos muestran su grandeza y majestad (Inst.1.7.5). Comparar con 1 Jn. 5: 6b-11.
La iluminación de la luz divina y sobrenatural no solamente impresiona la mente, sino algo más importante, cambia la disposición del corazón. Lo que era odioso, se convierte en asunto deleitoso. No es un aumento mágico del nivel del intelecto para entender la Biblia. La iluminación implica que la razón ha sido liberada del prejuicio hostil que una vez empañaba y oscurecía el criterio u opinión. Entonces, en el momento de la conversión la vida de la persona es alterada radicalmente. Esto fue precisamente lo que le pasó a Calvino en su conversión repentina al leer las Escrituras y profundizar en ellas, la majestad de Dios lo impactó, de tal manera, que súbitamente estaba a los pies de Cristo. Lo ilustro o esbozo de la siguiente manera:
A. Dios (fuente de todo conocimiento)→
B. El Espíritu Santo inspiró la revelación de las Escrituras (al ser humano)→
C. La iluminación de esa revelación es una obra diferente del Espíritu Santo→
B. El Espíritu Santo inspiró la revelación de las Escrituras (al ser humano)→
C. La iluminación de esa revelación es una obra diferente del Espíritu Santo→
C. Éste nos asiste en el entendimiento del texto inspirado en la forma en que se merece la Palabra de Dios.
3. El fin principal del ser humano es glorificar a Dios
A. El luteranismo encontró su centro en la cuestión de la salvación del hombre, el calvinismo, en cambio, considera la gloria de Dios como su clave: el fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre. Para Calvino Dios es un verdadero soberano, limitado sólo en cuanto a que nada puede hacer que negara sus atributos. En Dios, estos atributos se relacionan entre sí perfecta y armoniosamente de un modo insondable para la mente finita del pecador (ver Inst. 1.16.1,8; 1.17.1). Se debe tomar en cuenta que dicha doctrina es una mas bien de cuidado pastoral sobre todo lo creado por Dios. El cuida todo sobre el fundamento su propia justicia.
B. Lamentablemente, el pecado empaña la vista del ser humano y, por ende, no podemos ver la verdadera gloria de Dios sino que la confundimos y la transformamos en grotescos ídolos y figuras (ver Pablo: Rom.2). Calvino acepta esta misma postura de Pablo haciéndonos ver que el pecado es semejante a una tela que cubre nuestros ojos de manera que aunque estemos ante las obras de Dios, sólo vemos sombras confusas y terminamos por construir ídolos (ver Inst. 1.4.1 y 2; 1.11.8).
C. La caída en el pecado hizo que Adán y su posteridad perdieran la imagen de Dios que le había sido conferida en su creación. Como resultado el hombre ya no tenía la capacidad de pensar los pensamientos de Dios ni de cumplir su voluntad; no podía por ende, glorificar a Dios según el propósito de Dios al crearlo. Esta impotencia, resultó a su vez, en enajenación de Dios, y le acarreó a Adán y, a toda su descendencia la muerte, tanto física como espiritual (Inst. II.1.4 y 5): pp. 163-166.
Definió el pecado orginal como una “corrupción y perversión hereditaria de nuestra naturaleza, difundida en todas las partes del alma, lo cual primeramente nos hace culpables de la ira de Dios, y además produce en nosotros lo que la Escritura denomina obras de la carne” (Inst. II.1.8): p.168.
Para el calvinismo el hombre no está espiritualmente enfermo y su voluntad meramente torcida, sino que está muerto en sus delitos y pecados, y nada puede hacer que sea bueno a los ojos de Dios. No puede producir obras buenas por las cuales pudiera restaurarse a sí mismo al favor divino o merecer la redención. Ha perdido la libertad original de la voluntad, y está ahora, en su condición natural, completamente sujeto a su naturaleza pecaminosa. Perdió todo, hasta sus talentos y capacidades naturales están corrompidas. “La voluntad, pues, se encuentra tan atada por la esclavitud del pecado que no puede moverse a sí misma, mucho menos dedicarse a nada bueno” (Inst. II.4).
4. Cristo como mediador entre Dios y los seres humanos
A. Desde el punto de vista en que Calvino definió y explicó el pecado exigía por tanto un concepto bíblico de Cristo como Redentor. Es así que en su Segundo Libro de la Institución elabora toda una teología sobre el conocimiento de Dios como Redentor en Cristo. Calvino dice al respecto: “Fue necesario que Él que había de ser nuestro Mediador fuese verdadero Dios y hombre.” Más adelante señala, “Porque habiéndonos nuestros pecados apartado totalmente del reino de Dios, como si entre Él y nosotros se hubiera interpuesto una nube, nadie que no estuviera relacionado con Él podía negociar y concluir la paz” (Inst. II.12.1).
B. Lo que Calvino intenta exponer es, que ningún heredero de Adán ni ningún ángel podía cumplir ese oficio de mediador. Fue necesario que el Hijo se hiciera hombre para que pudiera haber una reconciliación entre Dios y el hombre. Fue también función de ese Mediador restaurar al ser humano pecador al favor divino, y así “…que de hijos de los hombres nos hiciese hijos de Dios; de herederos del infierno, herederos del reino de los cielos” y luego afirma retóricamente, “¿Quién hubiera podido hacer esto, si el mismo Hijo de Dios no se hubiera hecho hombre asumiendo de tal manera lo que era nuestro que a la vez nos impartiese por gracia lo que era suyo por naturaleza? (Inst. II.12.2). Concluye su apología afirmando: “…había de vencer la muerte. ¿Quién podría hacer esto sino la Vida? Tenía que vencer al pecado. ¿Quién podía lograrlo, sino la misma Justicia? Había de destruir las potestades del mundo y del aire. ¿Quién lo conseguiría sino un poder mucho más fuerte que el mundo y el aire?” (Inst. II.12.2). Para cumplir este oficio que el Padre le asignó Jesucristo tenía que ser verdadero Dios y verdadero hombre.
C. Por otra parte, en la teología de Calvino una expiación universal no cabe en su sistema. Cristo murió por los elegidos. Una expiación limitada es parte integral de la doctrina bíblica de la elección, y Calvino concedió a la elección un lugar importante en su doctrina de la salvación ya que la misma tiene un lugar en las Escrituras.
D. Así que, la elección divina es el medio ordenado por Dios para hacer que la muerte de Cristo sea eficaz. Ya que el ser humano es depravado totalmente e incapaz de hacer nada para contribuir a su propia salvación, no puede, en su estado natural, responder al llamado del Evangelio, a menos que antes sea vivificado espiritualmente por una operación de la gracia soberana de Dios (ver Inst. III.21).
5. Sobre la vida cristiana
A. Para Calvino la vida cristiana es una que nace en nuestra unión con Cristo y somos injertados en la vida de la Iglesia. La vida cristiana, según la metáfora de Calvino, es una de luchas constantes y el cristiano lucha llevando su cruz. El cristiano no debe entender el conflicto como algo fuera de la vida cristiana, sino todo lo contrario; como algo que es parte de la existencia terrenal. De este modo el sufrimiento es parte de la vida. Las adversidades que vivimos en el plano terrenal mas bien lo que hacen es: probar y reforzar la fe, desarrollar la paciencia y la humildad, purga los impulsos de la carne y obliga a los creyentes a levantar sus ojos al cielo. Las tribulaciones, para Calvino, son medios por los cuales Dios “vivifica” a los creyentes y los mantiene alertas evitando así que se queden dormidos.
B. Finalmente, Calvino entendía la vida espiritual como un viaje o peregrinación, como un movimiento hacia una meta. Una vida espiritual positiva significa progresar en el logro de los propósitos de la existencia humana: relacionarnos con Dios (fe) y vivir conforme a su voluntad (santificación), glorificando a Dios en todo y por todo. La meta no se alcanza aquí en esta vida. La vida espiritual culmina pues en la visio Dei.(ver Inst. III.6,7,8,9 y 1).
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Tomado del libro del mismo autor: Nuestra herencia como Presbiterianos: Una introducción básica a la doctrina reformada (c). Aún no publicado.
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