Rev. Dr. Pablo E. Rojas Banuchi, M.Div.; Ph.D.
Ciertamente la discusión es amplia por demás y no es nuestra intención realizar una historiografia de la misma; pero sí nos gustaría ofrecer algunas palabras al respecto que pudieran servir de introducción a la pregunta del porqué un método en teología.

Al dar una mirada general a la historia y la relación que se ha dado entre la teología cristiana y las ciencias observamos que dicha historia está marcada por diversidad de debates que han resultado en conflictos o conciliaciones. Un ejemplo de las posiciones asumidas en estos debates fue aquella asumida por el teólogo y padre de la iglesia, Tertuliano en el Siglo III d.C.; cuando afirmó a través de expresiones tales como : ¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué la academia con la iglesia? su aparente rechazo a cualquier tipo de diálogo que pudiera darse entre la cultura cristiana y la pagana, representada ésta última por la ciencia filosófica clásica. En el otro lado de la discusión se encontraba el teólogo Justino el mártir, el más importante de los apologistas griegos del Siglo II y filósofo por vocación. Éste, al convertirse al cristianismo no abandona la filosofía, sino que consideró que en el cristianismo había encontrado la verdadera filosofía. En este sentido, concebía la ciencia filosófica como una herramienta al servicio de la teología. En sus dos Apologías-prácticamente defiende la tesis de que la ciencia filosófica era un instrumento para la comunicación de las verdades del cristianismo (González, 1992). El asunto central de aquellas discusiones giraba en torno a la posibilidad de afinidad entre la cultura cristiana y la cultura pagana. Este proceso de búsqueda conciliatoria, iniciado por Justino, entre el pensamiento científico-filosófico y la religión cristiana se extendió mucho más allá de los siglos II y III d.C.
Es precisamente en la denominada Edad Media donde encontramos el mayor intento de apropiación y síntesis entre la reflexión teológica y filosófica: la teología natural desarrollada por el teólogo medieval Tomás de Aquino. El tomismo, entonces, para el cual la ciencia era "sierva de la teología," perseguía que la ciencia, racional y aristotélica -sirviera como fundamento a los dogmas del cristianismo. Para Tomás de Aquino hay verdades que están al alcance de la razón, y otras que la sobrepasan. La filosofía se ocupa sólo de las primeras. Pero la teología no se ocupa sólo de las últimas. Ello se debe a que hay verdades que la razón puede demostrar, pero que son necesarias para la salvación. Puesto que Dios no limita la salvación a las personas que tienen altos dotes intelectuales, tales verdades necesarias para la salvación, aún cuando la razón puede demostrarlas, han sido reveladas. Luego, tales verdades pueden ser estudiadas tanto por la filosofía como por la teología (González, 1994).
Al llegar la Modernidad en el Siglo XVIII, la misma se caracteriza por un proceso de racionalización en el que se va configurando un tipo de hombre orientado al dominio del mundo, con un estilo de pensamiento formal, una mentalidad funcional, un comportamiento austero y disciplinado y unas motivaciones morales autónomas, junto con un modo de organizar la sociedad alrededor de la institución económica y la burocracia estatal. La religión, que tradicionalmente había ocupado el centro de las relaciones sociales, ahora, es desplazada hacia la periferia y se recluye, cada vez más, en la esfera de lo privado (Mardones, 1998). Como dato relevante debemos recalcar que una característica consistente de la modernidad es el predominio triunfal de la razón. Tal como expresa Víctor M. Martínez (2006), cuando afirma que la razón se va constituyendo en varias ciencias que reivindican su autonomía de criterio en relación con la filosofía y la teología. De hecho, el inicio de la Era científica comienza con la publicación del Discurso sobre el Método (1637) por René Descartes en donde se da a conocer cómo la duda metódica es constitutiva del espíritu científico, hasta que las matemáticas en su aplicación resuelvan la duda específica con una afirmación o una negación. Como contraparte de dicha visión, Barrio (1989) nos indica que otra característica particular del racionalismo es la depreciación subsiguiente del conocimiento sensible. Es decir, todo conocimiento procedente de los sentidos, de la experiencia sensible, es sospechoso al menos y, con frecuencia claramente falso.
Por tanto, el humanismo intelectual y ético, inspirado más en Atenas que en Jerusalén, fue el movimiento que propició el desarrollo de un nuevo paradigma apoyado en la afirmación de la libertad, la dignidad y la justicia como las categorías definitorias de lo esencial y superiormente humano. Si durante la Edad Media la duda era un pecado, a partir del humanismo la duda se convirtió en la virtud filosófica por antonomasia. La duda, no sólo puso en el mapa de la filosofía a Descartés (como ya se planteó), sino que hizo posible que la curiosidad científica-reprimida por siglos-se explayara en todas las direcciones de la realidad física social y psicológica, para ver si se encontraban explicaciones más afines a la razón y al sentido común (Santos y Vargas, 2005).
Esto advierte y conduce entonces -a una tensión en cuanto a la posibilidad de un diálogo entre ambas disciplinas: teología y filosofía. Actualmente se puede afirmar que existen, al menos, dos tendencias principales en este debate : la primera, que alegadamente no se fundamenta, en la razón moderno-ilustrada, declara la imposibilidad y/o no deseabilidad de un diálogo entre la religión, la teología y las ciencias. La segunda, es aquella que, basada en presupuestos éticos, teológicos y culturales, ve la necesidad de tomar los discursos y las teorías científicas como mapas o modelos de análisis que sirvan en la promoción de acciones de liberación y afirmación de la persona humana y su ecosistema (Ramírez et.al., 1997). Hoy día, cada vez más es mayor el interés y el esfuerzo por diversos sectores académicos en ambas disciplinas por establecer diálogos en cuanto a las relaciones entre la religión cristiana y las ciencias humanas.
Actualmente se da un proceso de integración entre el pensamiento humanista y la experiencia religiosa. Las ciencias humanas empiezan a reconocer el valor y pertinencia de la religión en la experiencia humana y ésta, a su vez, inicia una apertura para incorporar las ciencias humanas a su entendimiento teológico de la realidad. Un ejemplo de ello es el análisis crítico de la Biblia, el diálogo entre humanismo y cristianismo, el reconocimiento de la cultura como parte de la experiencia religiosa y la afirmación de la libertad religiosa. Por su parte, las ciencias humanas inician todo un proceso de análisis del fenómeno religioso desde puntos de vista tan diversos como el antropológico, literario, histórico y filosófico. Este espacio donde ciencias humanas y religión se encuentran, constituye un esfuerzo por comprender y valorar la existencia humana: aportando la teología a una visión sagrada de la vida y las ciencias humanas, su comprensión de la realidad (Ramírez et.al., 1997).
Al respecto, Rudolf Walter (1980) señala que la teología y las ciencias modernas están hoy relacionadas entre sí de un modo nuevo y agudo. Los científicos de la Ilustración hablaban aún naturalmente de la "dignidad del hombre," su comprensión de la naturaleza no se reducía sólo a la experiencia o empiría de los hechos, incluía también la "libertad como un regalo del cielo" (Diderot). Por ello, las Ciencias Humanas modernas que se han ocupado, por así decirlo, del hombre como objeto, que lo han considerado como mero ser de la naturaleza empírica y enfocado desde las diversas disciplinas, tropiezan hoy de nuevo con la pregunta acerca del hombre como sujeto, con el hombre mismo que a su vez se pregunta : ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi meta? ¿De dónde vengo? ¿Qué sentido tiene esta vida? ¿Qué es la realidad en su conjunto, a la cual tengo que adaptarme en mi pensamiento y acción? Añade Walter que se ha hecho casi de dominio común que la teología y la iglesia se hallan entretejidas en su tiempo y en su sociedad y que las ciencias no son una mera confrontación, sino expresión de esta mentalidad contemporánea; estas ciencias, además, ofrecen a la autoreflexión una herramienta que ayuda a precisar ese entrelazamiento, a verlo con más profundidad y a reflexionarlo a su vez desde el horizonte teológico.
Abogamos entonces por la realidad ineludible y necesidad imperiosa de un método en la teología contemporánea. De acuerdo con la definición clásica, la teología es "fides quarens intellectum," (la fe en búsqueda del entendimiento -San Anselmo). Esto implica que la teología se aventura a inquirir, a ser osada y atrevida -en hacer preguntas. Si la fe Cristiana es básicamente confianza y obediencia a la libre gracia de Dios hecha realidad en la persona de Jesucristo, la teología es entonces la fe haciendo preguntas y luchando por encontrar, al menos, respuestas provisionales a dichas preguntas (Migliore, 1991). Esto quiere decir que la teología continúa siendo una disciplina que se convierte en lo fundamental a la hora de dar respuesta a la pregunta por la vida y su sentido, por la existencia de Dios y su relación con el hombre, por el estudio del hombre mismo y en su relación con el Creador. En otras palabras, la teología continúa siendo el hilo conductor de una serie de disciplinas, que a la hora de la verdad busca dar la respuesta última a las interrogantes del ser humano por el Absoluto y por la existencia de sí mismo y del mundo que le rodea (Martínez, 2006).
Por tanto, la teología, es la respuesta del creyente, para ser más precisos, de la comunidad creyente, a la Palabra de Dios. Esto implica que desde su fe, los cristianos escuchan la Palabra de Dios y reflexionan sobre ella; la interrogan y son interrogados por ella. Debemos recalcar que el fruto de esa reflexión será siempre palabra de hombre, condicionada siempre por la situación humana concreta; al interior de la cual, la fe cristiana aspira a articular la palabra contemporánea de Dios. Por ende, la teología es siempre un discurso situado y fechado, como lo es todo fenómeno histórico. Tiene como deber, tomar muy en serio las interrogaciones que le plantea a la fe el medio histórico dentro del cual viven y piensan su fe los cristianos. De lo contrario, tendríamos una teología abstracta y sin pertinencia para la situación humana contemporánea. La teología asume como problema fundamental, es decir, como lugar teológico, el contexto histórico desde el cual se hace la reflexión y no se aproxima a la fe como si ésta fuese una entidad intemporal y ahistórica, sino como una fe encarnada en la concreticidad de la situación humana (Rodríguez, 1993).
Es por ello, que la teología en su hacer preguntas acerca de los diversos temas que plantea la vida y la existencia misma, no sólo debe abordarlos desde el marco de una teología positivia, sino problematizar dichos temas a la luz de las interrogaciones que le plantea a la fe el medio histórico -como ya se ha dicho. Problematizar no simplemente implica mirar, abordar y hablar desde lo que ya tradicionalmente se ha dicho, sino desde la comprensión adquirida del problema en cuestión por medio de la experiencia personal y/o colectiva; así como desde los discursos que otras disciplinas fuera de la teología puedan aportar. Ello nos conduce eventualmente a un avance en la teología. Con mucha razón se ha definido además la teología, como el esfuerzo reflexivo por llegar a un entendimiento más lúcido de la fe. Lo cual nos obliga a pensar que este tipo de reflexión tiene su punto de partida y resorte íntimo en la fe de la comunidad de los creyentes como ya se ha propuesto. Se hace teología, como observa Paul Tillich, desde el compromiso de la fe. Al respecto Tillich (como se cita en Rodríguez, 1993) señala que el teólogo: "Entra en el círculo teológico con un compromiso concreto. Entra en él como miembro de la Iglesia cristiana para realiza una de las funciones esenciales de la Iglesia : su autointerpretación teológica" (p. 37).
Esto implica, según Rodríguez, que en la tarea de reflexión teológica, la fe hace un esfuerzo de trascendencia para entender y expresar en forma metódica su razón de ser. Es por ello que para Tillich (2001), "la teología es la exposición metódica de los contenidos de la fe cristiana" (p.46).
No entraremos aquí en la amplia discusión acerca de si la teología es ciencia o no, ya que nuestro interés se enfoca en la justificación del porqué un método en dicha disciplina. Sin embargo, en conexión con lo dicho -basta con afirmar- según propone Clodovis Boff (1998), que la teología es ciencia en la medida en que realiza la triple caracterización formal de toda ciencia; a saber, ser crítica, sistemática y autoamplificativa. Afirma Clodovis que la racionalidad propia de la teología, en cuanto "ciencia humana," es de tipo hermenéutico ya que busca comprender de modo más exhaustivo o "saturado" posible, la palabra de Dios o el sentido de la fe, primero del texto bíblico, y después, a la luz de éste, del "texto de la vida."
Sobre este debate me parece interesante también la propuesta del teólogo católico Franz Bockle (como se cita en Ureta, 1992) : "A nuestro entender, la teología no debiera detenerse demasiado en la cuestión preliminar de su pertinencia o no al círculo honorable de las ciencias y del puesto que le corresponde dentro de él. La teología tiene que atenerse a su objeto, la revelación de Dios en la historia, y preguntarse desde él por los métodos adecuados para comunicar los propios conocimientos, en forma convincente, al hombre de hoy. Habida cuenta de que el hombre actual posee una mentalidad científica, la teología debe dar cumplida saisfacción a la misma" (p. 26).
En lo personal, prefiero utilizar el concepto disciplina en vez de ciencia, ya que considero que éste cumple con nuestras exigencias académicas e investigativas al tiempo que nos evita, en cierta manera, entrar en discusiones superfluas con las ciencias naturales cuyo orgullo por el método científico les impide en la mayoría de la ocasiones entender que existen disciplinas del saber humano que se valen de una metodología. En ello concurrimos con Descartés (1990) cuando dice : "No basta, ciertamente, tener un buen entendimiento : lo principal es aplicarlo bien" (p.5).
Me parece entonces iluminador, afirmar hasta aquí que la teología es una disciplina en dos sentidos. Primero, es disciplina en cuanto es un campo de investigación. De la misma manera en que la geografía es una disciplina, o que las matemáticas son una disciplina. La teología es una disciplina en este sentido, ya qu es un campo de investigación con su propia metodología. Es ahí donde precisamente entra la necesidad de un método. En un segundo plano, es disciplina puesto que es un régimen de vida al que nos sometemos para alcanzar alguna meta. La teología es disciplina porque requiere que quien se dedica a ella se someta a un régimen. Éste va más allá de un régimen de estudio, aunque ciertamente lo requiere. La teología es todo un proceso y quien lo practica no solamente busca entender e interpretar las Escrituras y la doctrina cristiana, sino que busca también que esas Escrituras y esa doctrina le formen. Esto quiere decir que la teología es una forma de sabiduría. Por un lado, el conocimiento nos dice cómo son las cosas, la sabiduría por su parte, nos enseña cómo relacionarnos con ellas. Muchas veces se verá en el proceso de "hacer teología" que se enfatizará el carácter de conocimiento, olvidando sobretodo su carácter de sabiduría (González & Maldonado, 2003).
Ahora bien, retomando nuestro interés de la teología como disciplina en cuanto a campo de investigación debemos finalmente preguntarnos qué es un método. La palabra método viene del griego metá, fin, y odos, camino. Etimológicamente significa "el camino que conduce al fin." Por tanto, el significado etimológico de la palabra método nos aproxima bastante a su significado real. De ahí que, en términos generales, se denomina método al conjunto de procedimientos adecuados para obtener un fin (Escobar, 2000). De manera similar Paul Tillich define el método como: "un instrumento (literalmente, un camino alrededor de), que debe adecuarse a su objeto" (2001, p.86).
Esto significa que el fin de la teología, a mi modo de verlo, no sólo se circunscribe al hecho de definirla como "la disciplina que estudia a Dios;" sino que es necesario tomar en cuenta quién es ese Dios a quien la teología estudia, y cómo le conocemos; al tiempo que nos preguntamos: una vez relacionados con Dios ¿cómo impacta dicha relación nuestra manera y forma de vida en relación a los demás seres vivientes y con la misma creación? Por otra parte, el fin de toda teología es preguntarse así misma para qué sirve y cuál o cuáles han de ser sus propósitos. En este sentido, sus funciones pueden entenderse de varias maneras. De acuerdo a Gonzáles & Maldonado (2003) son cinco, a saber: 1) la teología como explicación de la realidad, 2) la teología como sistematización de la doctrina cristiana, 3) la teología como defensa de la fe y como puente hacia los no creyentes, 4) la teología como crítica de la vida y de la proclamación de la iglesia y 5) la teología como contemplación.
Es por tal razón que para Tillich (2001) en teología, el método revela el carácter existencial y trascendente del fundamento de los objetos en el tiempo y en el espacio. De ahí que no puede desarrollarse ningún método sin un conocimiento previo del objeto al que va a aplicarse. Para la teología sistemática, esto significa que su método se deduce de un conocimiento previo del sistema que va a construirse con ese mismo método.
Históricamente no existe un único método de carácter universal reconocido en teología. El método difiere de un teólogo a otro y depende en gran medida del grado de importancia que se concede a las diversas fuentes (Encarta, 2006). De la misma manera, Tillich (2001) afirma al respecto que no se puede decidir a priori si un método es o no es adecuado; eso se decide continuamente en el proceso congnoscitivo mismo.
Dichos procesos históricos y cognoscitivos como plantea Tillich han conducido a variedad de métodos. Así por ejemplo; San Anselmo, del Siglo XII, es un buen ejemplo de un teólogo que utiliza un método de riguroso razonamiento lógico. En el Proslogium, Anselmo se propone probar la existencia de Dios a partir del concepto de un ser perfecto, y en Cur Deus homo sostiene que, dada la existencia de un Dios benevolente y de la maldad de la humanidad, las doctrinas cristianas de encarnación y expiación pueden deducirse por necesidad lógica. Una minoría, incluídos el padre de la Iglesia del Siglo II, Tertuliano y el filósofo danés del Siglo XIX, Soren Kierkegaard, han negado que la teología pueda concebirse como un sistema racional y han afirmado que la experiencia humana de Dios revela discontinuidad y paradojas. Observamos también un método bastante diferente entre los teólogos protestantes de la Reforma y posteriores a ella, que ha intentado fundamentar la teología ciñéndose tan sólo a la Biblia. En su forma más cruda, esto significaba una constante apelación a la Biblia para demostrar afirmaciones teológicas. Sin embargo, con el desarrollo de los estudios bíblicos, este tipo de teología se ha hecho mucho más sofisticada. De hecho, el teólogo alemán del Siglo XX, Rudolf Bultmann -abogó por un método de "desmitologización," en el supuesto de que el significado esencial del Nuevo Testamento es una comprensión de la existencia humana que debe desvincularse del lenguaje mitológico de la época en que se escribió. Por ello, el proyecto de Bultmann implicaba la traducción de este significado esencial en el contexto del lenguaje de la filosofía existencialista moderna.
Otra forma de hacer teología, es la de aquellos teólogos que en vez de comenzar con un apelación a los textos autorizados, ya sean bíblicos o dogmáticos, comienzan su labor por el extremo opuesto, analizando la experiencia humana y sus problemas, y preguntándose después cómo la sabiduría tradicional podría iluminar o resolver estos problemas. El teólogo alemán, del Siglo XX, Paul Tillich (a quien ya hemos citado en nuestra propuesta investigativa), ha utilizado la expresión ¨método de correlación¨ para describir este procedimiento en teología. Él y otros autores han hecho buen uso de la fenomenología en su análisis de la experiencia humana.
Como vemos, los principales tipos de métodos teológicos pueden combinarse de diferentes formas. Cada teólogo importante tiene un método único en sus detalles, pero que sin embargo implica numerosos procedimientos similares a los de otros teólogos. Hasta aquí es importante señalar también, que muchos procedimientos de la teología son los mismos que son utilizados por los historiadores, los estudiantes de lengua y literatura, los filósofos, los estudiosos de las ciencias sociales, y otros especialistas (Encarta, 2006).
Consideramos entonces, haber contestado en principio la pregunta del porqué un método en la teología. Sin embargo, adevertimos que la misma será mejor contestada y ampliada en la medida que profundicemos en los diversos métodos existentes para "para hacer teología."
*Prohibida la reproducción de este material sin permiso del autor.
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Boff, Clodovis (1998). Teoría del método teológico. México: Ediciones DABAR.
Descartés, René (1990). Discurso del método. Estados Unidos de América: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
Escobar Valenzuela, Gustavo (2000). Ética. México: McGraw-Hill.
Enciclopedia Encarta MSN (2006). "Teología : método teológico." [En línea]. Disponible en: http://es.encarta.msn.com/text_7615592066/Teología.html [2006, 1ero de mayo].
Santos y Vargas, Leonidas (2005). "Humanismo y ciencia." Diálogo, (agosto-septiembre), 22-23.
Tillich, Paul (2001). Teología sistemática : la razón y la revelación, el ser y Dios (vol. 1). Salamanca: Ediciones Sígueme.
Ureta, Floreal (1992). Introducción a la teología contemporánea. Editorial Mundo Hispano : U.S.A.
Walter, Rudolf (1980). "La fe cristiana en la sociedad moderna: hacia un diálogo entre la teología y las ciencias humanas." Universitas: Revista Alemana de letras, ciencias y arte, 1 (18), 191-196.